Desde el inicio de la elaboración, nos enfocamos en el momento de disfrute final. En Nico Jamones, nos apasiona tanto elaborar jamón como saborearlo. Como las máquinas no pueden apreciar el sabor, en nuestro proceso no encontrarás ninguna máquina seleccionando o manipulando los jamones.
El primer secreto de un jamón excepcional es una buena materia prima. Seleccionamos cuidadosamente cada pieza, proveniente de criadores que cumplen nuestros rigurosos estándares de excelencia. En nuestras instalaciones, realizamos una inspección visual minuciosa de cada pieza para asegurar que solo las de mayor calidad continúen en el proceso.
El siguiente paso clave en la elaboración de un jamón ibérico de calidad es el proceso de salado. Clasificamos las piezas de jamón según su peso, en rangos muy estrechos, para ajustar con precisión la cantidad de sal necesaria para cada pieza. Este equilibrio permite que la sal realce los sabores sin enmascararlos, favoreciendo una curación natural que respetará todos los matices de sabor en las fases posteriores. Una vez calibrada la cantidad de sal, se incorpora a cada pieza en fresco para favorecer su deshidratación y conservación.
La estabilización microbiológica del jamón en fresco es fundamental para asegurar un sabor y textura perfectos. En esta fase, trabajamos con temperaturas bajas y alta humedad para que cada pieza de jamón se desarrolle de manera óptima. Se trata de una fase crucial para garantizar la seguridad y el éxito de la curación del jamón. Nuestras instalaciones, equipadas con tecnología de vanguardia, garantizan que este proceso sea controlado con precisión.
A medida que el jamón avanza en su proceso de curación, ajustamos la temperatura de forma progresiva y reducimos la humedad, lo que provoca una fusión natural de la grasa y su distribución uniforme en el tejido muscular. Esto confiere a cada pieza el color, aroma y sabor inconfundibles que caracterizan al jamón NICO.
Cada pieza es seleccionada una por una, basándonos en su contenido de grasa y forma. Aplicamos a mano una capa uniforme de manteca para evitar que el jamón se seque y para mantener la jugosidad y sabor que tanto nos caracteriza.
En esta fase final, el jamón madura lentamente en nuestra bodega con aire natural, el cual es ideal para mantener la textura y evitar que las piezas se resequen. Dependiendo del tipo de jamón ibérico o serrano, del peso y características desarrolladas en las fases previas, nuestro Maestro Jamonero determina el tiempo exacto que cada pieza debe curarse en bodega.
Una vez completado el todo el proceso de la elaboración del jamón, nuestro Maestro Jamonero selecciona, pieza por pieza, aquellos jamones que reúnen las características organolépticas necesarias para ser comercializados. Al final de este ciclo, que suele durar entre uno y tres años, cada pieza alcanza una calidad excepcional en color, aroma, textura y sabor. Este proceso artesanal nos permite ofrecer un jamón ibérico o serrano inconfundible, que se distingue por su excelencia en cada bocado.